miércoles, 14 de octubre de 2015

De reuniones escolares y operación pañal

Hace un par de semanas fuimos a la reunión de inicio de curso en la guarde; ésa en la que nos explicaron que este año los peques ya son mayorísimos, y pasaron de Pollitos a Jirafas (qué depresión maternal y que mal rato de llorarle moqueando al Cangués: "Nereaaa yaaa no es polliitooooo, por quéeee, pero si es muy chiquitinaaaa"...). 

En la que descubrimos sus nuevas asignaturas, como música, psicomotricidad en inglés, grafomotricidad (por esta le van a dar créditos de libre configuración cuando se haga el posgrado, lo que yo te diga). 

En la que establecimos sus excursiones y actuaciones escolares para este último curso de Escoleta... Que una que quiere ser madre molona, y se piensa que lo es, se vio con la nariz roja y los ojos inundados de lágrimas sólo de imaginar a su Cachorrina cantando villancicos vestida de pastorcilla en la función de Navidad, o recogiendo el diploma en su graduación, como si fuera el Nobel de Química. Ni la madre de la Pantoja. Cuando llegue el momento me veo aplaudiendo de pie no dejando ver a los de la fila de atrás y diciendo a cualquiera que pase por allí y le importe un pito : "esa es mi niña, es mi niña!!".

Ésa en la que la tutora, que es un ángel y la única que se ha ganado el respeto de la Cachorrina (porque lo que es al Cangués y a mí nos respeta lo mismo que yo a las dietas hipocalóricas: nada), nos animó a retirarle definitivamente el pañal a la Cachorrina. Lo cierto es que desde que os conté que habíamos empezado a sentarla en el orinal a ver si le cogía gusto -allá por 1995-, lo máximo que habíamos conseguido era que se sentara en él ... dos veces. Así que preparada, preparada, no la veía. Pero oiga, si Vero consigue que la Cachorrina se coma los nuggets y el gallo al horno, que se deje peinar los rizos o cambiar el pañal sin lanzarle nada a la cara... Lo que dice va a misa. Que además, las horas de sueño que arrastra una no permiten que las neuronas funcionen con un mínimo de rigor para replicar.

El caso es que me vine arriba en la reunión porque las demás madres me animaban, me hablaban de un par de días y que ya lo tendría, de sus retoños que como mucho se habían hecho uno o dos pises encima y después, como no querían verse mojados, ya habían pillado el tranquillo, que la Cachorrina era muy espabilada y lo iba a hacer estupendamente... y salí de allí feliz y encantada con mi plan perfecto de quitarle el pañal, pensando que en un fin de semana nuestra casa sería un espacio libre de celulosa, y que la nena luciría braguitas monas y pediría pis, y, con suerte, ella se sentaría sola en el orinal, se vestiría, y ya puestos recogería su habitación, se cepillaría los rizos y haría un marmitako de bonito para cenar.

Lo cierto es que no sé en qué momento la cosa se complicó, pero nuestro fin de semana de adaptación se fue alargando, y alargando, y alargando... Y ya van 15 días en los que la Cachorrina va marcando territorio por toda la casa y todo son lavadoras con las braguitas monas, y andar en chanclas por el salón, y patrullar con la fregona al hombro, y sobornarla con pegatinas y sentar a la Cachorrina en el orinal para que se levante inmediatamente y mientras te mira con sus ojazos y te dice con la carita del gato de Shrek "no sale nara", ya se está haciendo pis encima... 

Y la cosa pinta que va para largo, que la Cachorrina será muy espabilada  -que como ella misma ve que no evoluciona favorablemente ahora ha decidido que se merece pegar una pegatina cuando yo hago pis, no ella, y aplaude cuando me ve sentada en el WC y sale corriedo gritando "peatina!, peatina!"... lisssta la tía-,... pero el esfínter... el esfínter va a su bola.