A tres semanas aproximadas de salir de cuentas, considero que el barrigón y yo ya hemos comenzado con la verdadera cuenta atrás para la llegada al mundo de la cachorrina. Este fin de semana ya me instalé definitivamente en Asturias de donde ya no me moveré hasta que no nazca la peque, y el hecho de estar aquí para esperar el Día D hace que lo sienta muuuuy cerca.
A partir de ahora y durante estas tres semanas, me dedicaré a pasear, pasear y pasear, y a seguir las instrucciones de la matrona como buena alumna aplicada sobre las respiraciones, los ejercicios de Kegel o los masajes perineales, todo para facilitar la salida de Nerea y que sea lo menos traumática -para mí y mi cuerpo serrano-, posible. También me dedicaré a limpiar, recoger, montar trastos y colocar cosinas, pero eso es un síndrome del nido en toda regla que merece un post aparte.
Debo decir que, a pesar de cumplir casi las 37 semanas de gestación, sigo teniendo un embarazo estupendísimo, sin molestias ni problemas para dormir. Mis 7 horas del tirón no me las quita nadie (a lo que añado otra hora después de desayunar y otra de siesta, que no se diga que no descanso), lo que parece ser que en preparación al parto las tenía alucinadas porque en esas horas no me despierto ni para hacer un pis. La verdad es que reconozco que una servidora salía la mar de contenta de esas clases y con el ánimo por las nubes porque las otras futuras mamis estaban ya casi todas con sus achaques, falta de sueño, ganas de hacer pis cada 5 minutos, mucha pesadez y cansancio extremo, ciática y/o lumbago, cólicos, calambres en las piernas, falta de hierro, anemia, diabetes, pérdidas, cólicos, naúseas y vómitos (que al parecer todavía les duran), estrías, estreñimiento, hasta hemorroides alguna... Tanto era así que cuando una por una iban contando su retaíla de últimas molestias, yo casi me sentía mal por tener que decir que mi único problema con la cachorrina (aparte de las patadas ninja), es el de los pantobillos que se me están poniendo por la retención de líquidos, y que son una cosa muy fea. Para que os hagáis una idea, -no de los pantobillos, que eso es una mutación muy horrorosa que es mejor que no veáis, si no de lo bien que me trata el barrigón-, ayer estuve en pie desde las 8 de la mañana hasta las 2 de la madrugada, sin pasar por casa ni un minuto, incluyendo el día tiendas, viaje, comilona y cena familiares, fiestas del pueblo del Cangués con sus bailes en la carpa de la fiesta incluidos, y no tuve que abandonar más que por el sueño que me estaba entrando que ya cabeceaba de pie. Un chollo de embarazo, oiga.
Las semanas que faltan, sólo me queda esperar que la peque siga tratándome así de bien en el parto y cuando ya esté fuera, aunque en vista de su actividad continua me temo que lo que se está gestando aquí dentro es un culo inquieto (pánico mortal el que me metieron en el cuerpo ayer las primas del Cangués con su malvivir postparto ;)). Además en la semana 37 los médicos dan el embarazo por finalizado, de tal forma que la cachorrina podría decidir salir en cualquier momento desde ya sin que se la considerase prematura, como un parto perfectamente normal, así que ahora vivo sin vivir en mí esperando posibles señales de que ésta quiera salir (que la salida la busca a base de patadas, que os lo digo yo). Como mañana tengo cita con la tocóloga, espero que pueda darme alguna pista sobre cuánto cree ella que puede faltar para el parto, así que ya os voy informando de las novedades, ¡si las hay!.
¡Ah! Ha vuelto la conexión a internet a mi vida, así que espero volver a darle un poco más de ritmo al blog. ¡Hasta el próximo post que me voy a mi siesta postdesayuno!
Imagen vía Pinterest.