Desde que la Cachorrina llegó a nuestras vidas y me convertí en madre a tiempo completo -que por aquello de estar al paro, ni un ratito tiene una para escaquearse-, decidí que donde mejor estábamos la nena y yo era al fresco. Y me tomé la decisión tan a pecho que puedo decir que hiciera frío, calor, diluviara en Oviedo, viniera una nueva era glaciar en Pamplona o nos sudara la vida -que dirían en Gandía Shore- de calor en la isla, la Cachorrina y yo no nos hemos quedado en casa ni medio día. (Una vez escuché a alguien (muy sabio) decir que los bebés desde que nacen, se tienen que acostumbrar a todas las condiciones climatológicas, y puedo decir que la Cachorrina ya está hecha a todo y que le ha venido genial porque en este, su primer año de vida, no ha tenido ni un triste resfriado, una tos, ni unos mocos, ni fiebres altas, ni gastroenteritis, ni ná de ná: salud de hierro, oiga!!)
El caso es que al principio, la Cachorrina era tan pequeña que sólo nos dedicábamos a hacer miles de kilómetros de un lado para otro, sin rumbo fijo, o mirando escaparates, que es lo que quería mami; pero al cumplir más o menos seis meses, la peque ya se aguantaba perfectamente sentada y descubrimos que le encantaba columpiarse, así que empezamos a hacer miles de kilómetros de parque a parque, pero sin asentarnos en uno, así en plan nómada: hoy en éste, mañana en el de más allá y pasado en uno que esté lejísimos para que se me quiten las ganas de vivir a la vuelta empujando la silla (esto me pasa mucho).
Como la peque todavía no interactuaba con otros niños, y se limitaba a dejarse columpiar y a ir a su bola de aquí para allá (o más bien de aquí, para aquí, que lo suyo es caminar en círculos), lo mismo nos daba dar vueltas sobre nosotras mismas en un parque que en otro, así que no éramos fieles a uno en particular. Además, así entre parque y parque paseábamos y mi espalda descansaba de estar agachada con la Cachorrina y se me pasaba antes la mañana, -que, para el que no lo sepa, una hora de parque con un bebé que empieza a caminar, equivale a unas 7 horas y media de vida adulta sin hijos-.
Pero un buen día, en uno de los parques al que íbamos de vez en cuando, unas niñas sacaron los juguetes que llevaban y poco a poco, otros niños fueron sacando los suyos y sentándose a jugar cada uno con las cosas de los demás; y la Cachorrina, al ver un montón de juguetes por ahí desperdigados, vió abrirse ante ella un mundo de posibilidades para chupar juguetes ajenos, y se apuntó en seguida al asunto; así que después de meses de peregrinaje nómada de parque en parque, comenzamos a socializar. Ella descubrió que había más nenes y nenas con muchos juguetes a los que ella podía dar lametones en un descuido, y yo descubrí que hay padres y madres que todavía están peor de lo suyo que una servidora, con los que poder compartir experiencias, trucos, o lamentos varios de la mala vida que nos dan los peques.
Y de pronto el tiempo en el parque ya no es tan largo y además de entrar y salir por la puerta del parque 200 veces en un bucle sin fin, -de ahora quiero entrar: doy cuatro pasos, ahora quiero salir: cinco pasos, quiero entrar: cuatro pasos, quiero salir: cinco pasos...- una puede charlar con adultos y sentirse acompañada en el malvivir, y aprende que puede que no lo esté haciendo tan mal, porque todos estamos igual de perdidos en esto de criar bestias pardas, y que doce ojos ven más que dos para tenerlos a todos controlados.
Además, es la mar de divertido escuchar las teorías, experiencias y tácticas ninja que cada uno utiliza con sus retoños para conseguir mantenerlos sanos y salvos, y hacer de ellos personas de bien, cada uno en su estilo: la madre angustiada, el padre pasota, el pedagogo místico, la madre sobreprotectora, el vivalavirgen... Y es genial ver que todos ellos, por muy diferentes que sean, por muy cuesta arriba que se les haga a veces esto de la paternidad y por muy perdidos y agotados que estén, miran igual de embobados a sus cachorros y responden con la misma alegría a cada una de sus sonrisas. Es la magia de tener hijos... y también, la magia del parque.
Y vosotr@s, ¿sois fieles a un parque?, ¿os habéis hecho vuestro grupo de peques y de padres y madres agotad@s?
Seguid tan guap@s y hasta el próximo post!!
Pues nosotros somos fieles a un solo parque, entre otras cosas porque en mi pueblo solo hay uno :(
ResponderEliminarY tienes razón una hora de parque equivale a 7, que digo a 7 a 14!!!!
Lo de ser madre a tiempo completo es genial pero a veces casi mata, te lo digo porque llevo dos horas para dormir a Álvaro, uffff. Lo siento pero si no lo digo en algún sitio me muero!
Jajaja, ay pobre!! Desahógate tranquila que sé lo desesperante que es tratar de dormirlos y estar horas... Nosotros hemos mejorado mucho porque ahora ya se queda dormida fácilmente para irse a la cama, pero si se despierta en mitad de la noche, nos cuesta horrores que vuelva a dormirse, y nos da hora y media-dos horas tranquilamente... esto nos estará restando años de vida??? ;) Un beso!
EliminarJajaja ay Sonia, vas desperdigando por la blogosfera tu desesperación!
EliminarJajajaja... ay pobre, las noches malas acaban con cualquiera!!
EliminarAy, yo llevo fatal lo de socializar en el parque. Me cuesta mucho tener que ponerme a hablar con gente con la que no tengo más en común que la maternidad/paternidad y de la que probablemente jamás me haría amiga en otras circunstancias. Me resulta forzado ypor supuesto que si se da una conversación la sigo y soy amable, pero nada más. Para compartir experiencias ya tengo a mis amigas y mi familia.
ResponderEliminarHombre, está claro que con la gran mayoría no tienes mucho en común, salvo raras excepciones, pero por los peques que serán los que escojan a sus amigos, hay que socializar!! Además a mí me da un respiro en el parque que los demás padres también cuiden y hagan caso a la Cachorrina ;)
EliminarYo lo hacía con la perra... jajajaja Es que ahora es el único ejemplo válido que puedo darte :p Y la verdad es que se socializa un montón, y conoces a un montón de gente, que algunos -sólo algunos- tienen consejos estupendos ;)
ResponderEliminarJajajaja... aceptamos perra!!! Si es que el caso es que nos obligan a socializar en el parque aunque no queramos!!! Y gente, pues te encuentras de todo... besos!!
EliminarYo siempre voy al mismo parque, más que nada porque lo tengo en la urbanización donde vivo y no me hace falta andar más, jejejejeje!!! Además conocemos a todos los niños que van a jugar allí!
ResponderEliminarUn beso
Jajaja... así es mejor todavía!!!! Porque cuando de mayores hasta pueden bajar solos. Besos!!
EliminarNosotros siempre vamos al mismo... porque sólo hay uno en el pueblo jeje. Y de socializar nada, que Redondo es un antisocial y pasa de todo quisqui, él va a lo suyo.
ResponderEliminarY lo de las horas de parque... creo que con lo de 7 y media te has quedado corta jejejeje
Jajaja, bueno, cuando son pequeños todavía van muy a su bola, jaja... las horas de parque son eternas!!! Besos!
EliminarNosotros solemos cambiar y no somos fijo de ninguno,la mía no socializa como mucho quiere el juguete de otro y después a su bola jajaja; que bien conocer gente maja, me alegro guapa!
ResponderEliminarBesos
Lo de querer el juguete de otro les debe pasar a todos, mira que les gusta!!! Nosotros segumos cambiado de vez en cuando, pero ya tenemos un campamento base, jeje... besos guapa!!
EliminarQué grande, Pru! La equivalencia de horas de parque es que sólo la sabemos las madres y padres! Y ni siquiera todos!!
ResponderEliminarNosotros somos fieles a dos, uno con suelo de goma y otro de arena. Y muchas veces nos hacemos una sesión doble, jajaja! Ahora con el mayor hacemos otras cosas y la peque se adapta, pero cuando estaba solo Leo en nuestras vidas... La de parque que me he comido! Mañana y tarde!!
Ahora comparto parque con las mamás del cole de mi hijo y bueno... Eso da para un post que creo que no escribiré por si alguna me lee algún día, jajaja!!
Lo de socializar co las mamás del cole tiene que dar para muuuuuuchos post, jaja, qué pena que no te animes ;p
EliminarPues nosotros no tenemos parque. Primero, por lo que tú misma dices de que es tan pequeño, que ni se tiene sentado y no se me ocurre qué hacer con él en el parque. Y segundo porque soy una vaga redomada y con este calor que hace o sales a pasear a las 9 de la mañana o de achicharras bajo el sol hasta las 10 de la noche, así que salimos a horas intempestivas cuando los niños no deberían de estar en la calle, es decir, a eso de las 22:30 acompañando a papi a sacar al perrito, la familia al completo de paseo nocturno por el barrio.
ResponderEliminarEs curioso que ayer mismo estaba hablando con una vecina que también acaba de ser madre de esa necesidad imperiosa de compartir experiencias, de comprobar que no lo debes estar haciendo tan mal (como todo el mundo opina y critica) si el peque va cogiendo peso, sonríe y parece sanote, y de reafirmar tu condición de persona independiente (aparte de madre) que parece que esté prohibido cuando una es madre ponerse a pensar un ratito en ella mientras el niño duerme...
En fin, que me alegro de que estés con gente y de que te hayas afiliado al un solo parque, jejeje.
Besitos,
Hombre, hemos fijado el campamento base, aunque seguimos recorriendo la ciudad, jaja... qué razón tienes en que necesitamos compartir experiencias, al fin y al cabo. Todas estamos aprendiendo sobre la marcha!! Ya te tocará correr por los parques, jeje... besos guapa!!!
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