miércoles, 15 de abril de 2015

Ir al parque sin silla, o como dar la vuelta al mundo sin salir del barrio

Una tarde cualquiera una llega cansada de trabajar, sin tiempo ni para sentarse a comer porque según llega recoge a la Cachorrina de la guarde  y trata de hacer que meriende antes de salir pitando al parque a que la criatura termine de agotarse -todo para ver si así duerme decentemente-, y se encuentra sin fuerzas para enfrentarse a la nena que no quiere subirse a su silla bajo amenaza de explosión de furia. E, inocente, mira por la ventana y ve que luce el sol, y mira a la Cachorrina y ella le regala su mejor caída de pestañas mientras dice Pepe-Pepe-Pepe, aludiendo a su muñeco que está sentado en la sillita de juguete que la nena estrella una y otra vez contra la puerta deseando salir de casa a pasear a “su bebé”. Y una que es débil, claudica, y se le despista la neurona sana que le queda y decide que por qué no, que vamos a ir al parque sin silla, que la Cachorrina ya es mayor y a la pobre le hace ilusión pasear a Pepe.

Y así, mostrando un grado de inconsciencia que ni los guiris haciendo balconing, sale a la calle con la nena, con Pepe, la silla de juguete, la mochila con el kit de supervivencia (agua, galletas, pompero y toallitas) y sin MacLaren. En buena hora.

Llegados a este punto tengo que aclarar que, según Google Maps, desde la puerta de casa nos separan unos 280 metros del parque, lo que, en condiciones normales son 4 minutos de trayecto a pie. Una vez aclarado este punto, prosigo: 

Una vez cruzado el umbral del portal llegó el infierno: que si por ese lado no quiere ir, que si Pepe quiere ir por aquí (bueno, pienso,sólo son 5 minutos más ir por el camino largo, así que vamos); que si coloca cada dos pasos la silla y al muñeco, que si se sorprende con cada hoja seca del camino, que si estrella la silla en cada árbol, bordillo, farola, que si coge la silla para subir escalones, que si se mete en toooodos los portales a nuestro paso, que si uno tiene rampa de acceso la sube y la baja, la sube y la baja, la sube y la baja, la sube y la baja, la sube y la baja..., que si “mira mamá: hormigas”, que si abandona la silla y se escapa para que mamá la persiga y luego tenga que retroceder con ella a cuestas a por la sillita, que si no quiere caminar más y mamá tiene que cargar con niña de 12 kilos, más mochila de supervivencia, más Pepe y la sillita, que si a mamá se le caen las gafas de sol al suelo y no le quedan manos libres, que si poso a la niña para coger las gafas y se endemonia y se tira al suelo y patalea porque quiere cuello, que si llega otra niña y se produce un conato de secuestro de Pepe que pone a la Cachorrina al borde del colapso y a mí jurando en arameo antiguo por haber tenido la idea de salir sin silla. 

Y seguimos: que si quiere agua, que si la soborno con una galleta de dinosaurio para que camine, que si llevamos 40 minutos para hacer 100 metros, que vuelve a querer llevar la sillita, pero por el prao intentando atropellar cacas de perro, la persigo, pero es demasiado tarde y ya ha atropellado una, limpiamos las ruedas de la silla,  consigo volver a la acera,  corre a esconderse en un portal, lame el cristal de la puerta, lo limpio, mientras limpio, ella huye y entra en otro bucle de subir y bajar rampas, pero ahora más difícil, sube escaleras echándose la sillita al hombro y baja la cuesta acelerada, amenazando con estamparse en cualquier momento. 

Yo no veo la hora de llegar al parque, pero lo que sí que no veo es el parque, que está todavía lejísimos, como en otra isla, o en otro país, y trato de ponerla en ruta de nuevo, pero entonces sale como alma que lleva el diablo en dirección contraria, y retrocedemos (NOOOOOOOOOOO, RETROCEDER NOOOOOO!!!!), y entonces abandona otra vez la sillita, y mamá vuelve a cargar con todo, a ver si avanzamos, y ha pasado ya una hora y todavía no diviso la entrada del parque, y encontramos otra vez a la niña de antes y se produce el segundo intento de secuestro de Pepe y de nuevo la furia, y las hormigas, y las carreras a las rampas de los portales... y no sé cómo parece que llegamos a nuestro destino, y miro el reloj y hemos tardado 1 hora y 20 minutos en recorrer los 280 metros más largos del mundo. Y suspiro aliviada y miro a la Cachorrina feliz y le digo “Bien!! Llegamos al parque!!”, y la Cachorrina está de cuclillas y empieza a oler raro... “a qué huele, no estarás haciendo caca? NO ESTARÁS HACIENDO CACA???!!!!!!” Pues sí, está haciendo caca. Estupendo.  Y el cambiador... en la silla que se quedó en casa. Bravo Lorena, Bravo!!. 

Total, que sin haber podido entrar al parque, emprendemos el camino de regreso: la Cachorrina cantando y estrellando la sillita contra los árboles y yo aguantando las ganas de dejarme atropellar por el bus urbano... Finalmente, tras media hora de regreso, llegamos a casa, y nos recibe el Cangués, que feliz, sonriente y ajeno al desastre nos pregunta: “¿Qué tal en el parque?” …............ Y hasta aquí puedo leer.

p.d. Por lo que a mí respecta, la Cachorrina irá sentada en su silla hasta que apruebe 4º de la ESO. He dicho.

6 comentarios:

  1. Jajajajajajaja son matadores, sobre todo los peques tan inquietos. Yo tengo una igual, y viendo tu experiencia, carro forever, pase lo que pase!!! Genial tu blog!!!

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  2. Jajajajajajaja son matadores, sobre todo los peques tan inquietos. Yo tengo una igual, y viendo tu experiencia, carro forever, pase lo que pase!!! Genial tu blog!!!

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  3. Por favor que me descojonoooooo!!! Te entiendo perfectamente, no te digo más!!!!!!!!!!!!! Un besazo!

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  4. Pues nosotros llevamos meses sin sacarlo en el carro... Eso si, descubrimos que con la moto va mas rápido que nosotros incluso así que solemos llevar ese trasto. En el parque la abandona. Damos paseos eternos y ya sabe que no se le coge en brazos ( me quede embarazada cuando cumplió 1 año así que no podía coger pesos) y la sillita la odia. Solo lo sentamos cuando llueve o vamos a comer fuera para que duerma la siesta. Y ahora con la nueva hermana compramos una plataforma pero apenas la quiere. Los abuelos no lo entienden y cuando vamos a su casa nos hacen llevar la mclaren. Al final tampoco la usan... pero no tienen paciencia para dar paseos al ritmo del peque.
    Practica y respira hondo. Al final abandonarás la silla.
    Una gijonesa

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  5. Has descrito una tarde cualquiera en mi vida... Gracias, por compartirlo porque una se siente siempre muy sola en esos momentos ;-)

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  6. Jajaja, no puedo parar de reír y mi "cangués" particular (que ni es de cangas ni similar) me mira con cara de "tú estás loca".
    Madre mía, menos mal que te tomas la vida con humor, porque esos momentos tienen que ser desesperantes.
    Un besazo guapa,

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