Cuando a la Cachorrina y a mí nos dieron el alta en el Hospital, el pediatra que le dio el visto bueno para irse a casa le recetó Vitamina D en gotas para tomar todos los días. Aunque me dijo que no era urgente, que un día que pasara por delante de una farmacia, la comprara y listo, lo cierto es que no me explicó ni por qué se la recetaba, ni si era absolutamente necesaria, ni si era cosa habitual recomendársela a todos los recién nacidos.
Yo sabía que la vitamina D es aquella que ayuda a fijar el calcio en los huesos y que la sintetizamos por nuestra piel en contacto con la luz solar -después descubrí que no todo depende del sol sino que también hay alimentos que contienen dicha vitamina, como el pescado o la yema de huevo-, pero no tenía ni idea de por qué se suponía que debía dársela a la peque.
Como el pediatra no me había explicado mucho (ni yo tuve la cabeza para preguntar, porque sólo quería coger a mi bebé y salir de allí huyendo después de lo que se me antojaron como mil años ingresada) decidí investigar por mi cuenta y descubrí que la vitamina D suele recetarse únicamente en regiones donde la exposición al sol de los lactantes es baja a causa del clima. Vamos, que en el norte de España nos la recetan, en el centro de la península sólo a los nacidos en los meses de invierno y a los del sur, directamente ni se la ofrecen. También leí que la lactancia materna ya aporta la vitamina aunque en dosis pequeñas, pero que con 5 minutos al día de exposición al sol del bebé ya estarían cubiertas sus necesidades.
En vista de que la nena nació en pleno mes de julio, con sol a raudales (sí, incluso en Asturias sale el sol, es así-n), que desde que salió del vientre de su madre estuvo echada a la calle como una sin hogar, mañana y tarde, y que el día que intenté darle las gotas me las escupió de mala manera, dejé la vitamina bastante aparcada hasta la llegada del mal tiempo, así que no empecé a dársela de verdad hasta la llegada del otoño y tras comentarlo con la enfermera de pediatría del centro de salud que me miró como si estuviera muy mal de lo mío, cuando le dije que como hacía bueno no se la daba. Una vez decidida a dársela puntualmente todos los días, no fuera a ser que la nena me saliera con raquitismo o avocada a una osteoporosis de caballo en su madurez, le pregunté a la pediatra que si debía dársela hasta que terminara el bote o mientras durara la lactancia exclusiva, a lo que me respondió (mirándome raro también) que hasta los 18 meses (18 meses!!! estamos locos??!! es que no le va a dar el sol nunca jamás de los jamases a esta niña??!!). A mí tanto tiempo me pareció una barbaridad, pero de momento voy dándole las gotas a la cachorrina.
Debo decir que el prospecto dice que deben darse tres gotas diarias a los lactantes, y que el pediatra nos había recetado seis, pero supongo que es porque como escupe o se le cae la mitad, pues hay que darle seis para ver si por lo menos le llega al estómago una o dos.
El sistema para suministrarlas es bastante sencillo porque simplemente con inclinar el bote ya van cayendo muy lentamente las gotas, perfectamente diferenciadas, así que se las dejó caer directamente en la boca cuando la abre emocionada para recibir su dosis. Porque esa es otra, mi intención -a pesar de la recomendación de dárselas hasta que se gradúe- es que deje de tomarlas en verano, pero no sé si será posible porque ahora resulta que le encantan y en cuanto le enseño el botecito patalea, se ríe, abre la boca como una yonki de la vitamina D y me lo intenta quitar de las manos para rechupetearlo. Total, que igual no se la puedo quitar ni a los 18... años.
Y vosotr@s, ¿qué hacéis con la vitamina?, ¿os la recetaron?, ¿se la daréis tanto tiempo?
Hasta el próximo post :)