Hace unos días, al Cangués y a mí nos regalaron (un ángel del cielo -¡¡gracias!!-), la posibilidad de escaparnos dos días enteros, con sus dos noches, y todas las horas de en medio, para dedicarnos a nada más que a mirarnos el ombligo, -cada uno el suyo, o el del otro, da igual-, sin Cachorrina de por medio, ni madrugones, ni despertares nocturnos de esos que restan años de vida, ni vueltas y vueltas (y vueltas y vueltas...) en el parque, ni bibes, ni purés, ni cacas, ni Canciones de la Granja... sólo dos días para relajarnos y disfrutar de unos instantes de paz, amor y felicidad parejil, mientras los abuelos y las tías se pelean por la custodia temporal de la nena, cuando estemos de visita en Asturias.
El caso es que, teniendo en cuenta que la mayor parte del año vivimos lejos de la familia, sin nadie con quien soltar a la Cachorrina -ni una tarde para ir al cine, ni media hora para ir a la pelu, ni ná-, cualquiera podría pensar que saltamos de alegría y que si por nosotros fuera, en lugar de dos días, sería una quincena, pero a la hora de la verdad, el Cangués (que es un blando) lo único que pudo pensar fue "¿cómo vamos a estar dos días enteros sin ver a la Cachorrina?". Y así fue, tuvimos que pedir una reducción del plan a sólo un día y una noche de relax.
Lo peor de todo es que yo estaba de acuerdo con él, e imaginar no verla tanto tiempo se me hacía rarísimo, así que no pude evitar pensar en que la maternidad/paternidad es una contradicción continua, un ni sí ni no, ni todo lo contrario, un ni contigo ni sin ti de libro, y a los hechos me remito:
-Por mucho que nos quejemos de la mala vida que nos da la peque, separarnos de ella nos parece como separarnos de una parte de nuestro cuerpo, como si tuviéramos que pasar el fin de semana sin una pierna, oiga.
- Si los días se nos hacen eternos, y parece que no se terminan nunca cuando tienes que pasarte horas corriendo detrás de ella por casa, en el parque, recogiendo, limpiando lo que ensucia, cantando, jugando, dando desayuno, comida y cena, despertándote las veces que haga falta en una noche y paseándola kilómetros de pasillo para que se calme y se duerma, el caso es que los meses y los años se quedan en nada y pasan tan deprisa que ni te das cuenta de lo rápido que crece. ¿Cómo narices pueden ser los días tan largos y los meses y años tan cortos?
- Aunque estemos semanas organizando un plan sin ella para desconectar, y cantando a los cuatro vientos que por fin seremos libres unas horas, nos pasamos esas horas pensando en qué estará haciendo, si se estará portando bien, llamando para preguntar cómo está, y muriéndonos de risa recordando sus caras, sus gestos, sus gritos de loca y toda la mala vida que puede estar dándole en ese momento a quién la esté cuidando.
- A pesar de que muchas veces yo juro que la regalaría sin remordimientos al primero que pasara por la calle y prometiera darle cariño, hay otros momentos en que la miro y siento que si la quiero más exploto, y tengo que respirar profundo y coger aire porque el amor no me cabe en el pecho.
-Me paso la vida muriendo de ganas por un plan de adultos, y al final resulta que mi momento favorito del día sigue siendo cuando estoy con ella tirada en la alfombra jugando, riendo y robándole achuchones.
- Aunque la mayor parte del tiempo estemos agotados porque nos cuesta seguirle el ritmo, y no paremos de quejarnos de lo que nos cambió la vida a peor en muchos aspectos, lo cierto es que ya no querríamos una vida en la que no estuviera ella.
- Si los días se nos hacen eternos, y parece que no se terminan nunca cuando tienes que pasarte horas corriendo detrás de ella por casa, en el parque, recogiendo, limpiando lo que ensucia, cantando, jugando, dando desayuno, comida y cena, despertándote las veces que haga falta en una noche y paseándola kilómetros de pasillo para que se calme y se duerma, el caso es que los meses y los años se quedan en nada y pasan tan deprisa que ni te das cuenta de lo rápido que crece. ¿Cómo narices pueden ser los días tan largos y los meses y años tan cortos?
- Aunque estemos semanas organizando un plan sin ella para desconectar, y cantando a los cuatro vientos que por fin seremos libres unas horas, nos pasamos esas horas pensando en qué estará haciendo, si se estará portando bien, llamando para preguntar cómo está, y muriéndonos de risa recordando sus caras, sus gestos, sus gritos de loca y toda la mala vida que puede estar dándole en ese momento a quién la esté cuidando.
- A pesar de que muchas veces yo juro que la regalaría sin remordimientos al primero que pasara por la calle y prometiera darle cariño, hay otros momentos en que la miro y siento que si la quiero más exploto, y tengo que respirar profundo y coger aire porque el amor no me cabe en el pecho.
-Me paso la vida muriendo de ganas por un plan de adultos, y al final resulta que mi momento favorito del día sigue siendo cuando estoy con ella tirada en la alfombra jugando, riendo y robándole achuchones.
- Aunque la mayor parte del tiempo estemos agotados porque nos cuesta seguirle el ritmo, y no paremos de quejarnos de lo que nos cambió la vida a peor en muchos aspectos, lo cierto es que ya no querríamos una vida en la que no estuviera ella.
Vamos, que nos quejamos de vicio, porque no hay nada que nos guste más que verla jugar y reír y crecer y aprender, y que un lametón suyo bien vale un día eterno de mala vida.
¡Que tengáis buena semana!
¡Que tengáis buena semana!