Últimamente, con esto de que la Cachorrina está empezando a mostrar su carácter en todo su esplendor y ya no sólo vale darle mimos y achuchones las 24 horas, si no que entre mimo y achuchón hay que tratar de enseñarle a convertirse en una persona de bien; estoy intentando informarme sobre cómo enfrentarnos a la ardua tarea de educar.
Lo cierto es que, como en todo en esto de la crianza, cada maestrillo tiene su librillo, y hay opiniones para todos los gustos: que si hay que educar desde el diálogo, que si castigando las malas conductas, que si únicamente premiando las buenas, que si hay que ser autoritario para que no te salgan hijos endebles, que si hay que comerlos a besos aunque hayan metido el ipad en la lavadora, que si hay que hacer cuadrantes de objetivos y recompensas con pegatinas de caritas felices y tristes, que si un cachete en el culo es necesario en determinadas ocasiones, que si hay que cuidar cada palabra que se les dice para que siempre se sientan valorados, que si los padres blandengues de hoy en día crían hijos tiranos, que si hay que dejarles que experimenten y se den los golpes que sean necesarios y se saquen las castañas del fuego, que si hay que guiarles y ayudarles todo lo posible porque están desprotegidos... Un follón, oiga.
No sé si debe complicarse tanto la cosa y teorizar mucho, porque nuestros padres no contrastaban tanta metodología y su único fin era conseguir que, mal que bien, saliéramos adelante; y lo hicimos. Y ellos hacían lo que sabían y/o podían (como cualquier padre/madre de hoy en día, no nos engañemos), y creo que la gran mayoría de nosotros somos adultos “normales” con nuestras alegrías y nuestros problemas, con capacidad de amar y ser amados y que no dejamos de sentirnos queridos por nuestros padres y de sentir gratitud por lo que han hecho por nosotros hasta llegar aquí. Y eso, ni más ni menos, es lo que quiero para la Cachorrina: educar con cariño y con sentido común.
No quiero que dude ni un segundo de que sus padres la quieren y van a estar a su lado siempre que lo necesite, pero tampoco quiero sobreprotegerla y que se sienta insegura porque piensa que nos necesita para todo y que ella no puede defenderse sola; ni consentirla, y que se piense que puede hacer siempre lo que le da la gana. Por eso básicamente intentaré usar la lógica y el instinto para reaccionar ante ella, corregir situaciones que no quiero que se repitan y fomentar las que sí.
Y esas reacciones naturales y espontáneas en el Cangués y en mí son:
-Aplaudir sus logros y progresos, para animarla a seguir experimentando.
-Ayudarla a levantarse y consolarla cuando se pega un morrazo de campeonato.
-Quitar importancia y dejar que se levante sola cuando son caídas o tropiezos sin peligro.
-Ponernos serios y decirle que NO de forma contundente cuando algo no puede ser, aunque llore como una Magdalena. Si no puede ser, no puede ser y punto.
-En mi caso, jurar en arameo antiguo y cagarme en todo lo que se menea, cuando la nena desafía el NO contundente y sigue haciendo lo que le da la gana.
-Comerla a besos, jugar, recordarle que la queremos y lo guapa que está cienes y cienes de veces al día, que no se diga que en esta casa no hay amor del bueno.
-Nunca, jamás, decirle que es mala. Los niños están aprendiendo lo que está bien, lo que está menos bien, lo que pueden o deben hacer y lo que no, así que no me gusta nada cuando se les dice a los niños que son malos; y además me parece peligroso porque pueden terminar creyéndolo.
Y cosas en las que me gustaría mejorar:
-Ser más racional con ella, -aunque no sé si se puede, que en plena rabieta, ponte tú a dialogar-, y tratar de explicarle las consecuencias de sus actos, para que pueda escoger hacerlas o no, o para que entienda que cuando le decimos que no puede hacer, coger, chupar o jugar con algo, es por una buena razón (aunque cuando juro en arameo es muy difícil pensar en todo ésto).
-Aprender a manejar las “perretas” que tiene cuando no le dejas hacer algo, para que cada vez recurra menos a ellas y así evitar que las siga teniendo a los 20 años y terminemos con García Aguado en Hermano Mayor.
Me encantaría, mamis, papis y educadores/as del mundo, que me aportarais vuestros mejores consejos, para convertir a la Cachorrina en una niña feliz, pero sin asilvestrar.
¡Hasta el próximo post!