Un día cualquiera la Cachorrina y yo decidimos salir a dar uno de nuestros paseos diarios, uno de esos tranquilos, al sol, respirando aire puro; de esos que te llevan toda la tarde para que te dé tiempo a pasear por el parque, ir a los columpios a jugar con la peque, llegar hasta el centro, sacar algún libro de la biblioteca, y después dar un repaso de escaparate en escaparate a las nuevas colecciones del imperio Amancio (que para eso una lleva años poniendo su granito de arena para que el Señor Ortega se mantenga en el Top 3 de Forbes año tras año), para terminar disfrutando de la brisa marina por el puerto, volviendo a casa disfrutando con la peque persiguiendo palomas o viendo guau-guaus.
Y sale una por la puerta sonriendo y cantando la canción obligada para que la Cachorrina se deje atar a la silla "Vamos de paseeeeo, Nere y mami van de paseeeeo"... No sin antes dar 25 vueltas de comprobación de que lo llevamos todo : merienda, sí; babero, sí, juguetes, sí; mantita por si refresca, sí; plástico por si llueve, sí; sombrilla para el sol, sí; un par de galletas por si las moscas, no, -voy a por ellas-, galletas, sí; crema para el sol, sí -previamente la tengo que untar en casa-; cambiador, sí, con sus pañales, no -tengo que reponer, ya está, pañales, sí; toallitas, sí; crema para el culín, sí; muda limpia para las catástrofes naturales, sí; qué más... cartera, móvil, llaves de casa, la nena... Creo que ya está todo. Salimos!! "Vamos de paseeeeo, Nere y mami van de paseeeeo"...
Llegamos a la calle cantando, felices y contentas y nos disponemos a ir al parque pero no llevamos recorridos ni diez metros cuando la Cachorrina, en pleno apogeo de su descubrimiento de la ley de la gravedad, tira el chupete al suelo con tan buena suerte que lo atropello con la silla (mier...!), no pasa nada, seguimos cantando y saco el chupete de repuesto... no, se nos quedó la chupetera en casa, tenemos que volver. Volvemos a por la chupetera con los chupetes de repuesto, aprovecho para cambiarle el agua del biberón. Ya estamos, salimos de nuevo, cantando, felices y contentas: Ahora sí que sí, "Vamos de paseeeeo, Nere y mami van de paseeeeo"... Ya se nos ha ido media hora y seguimos en el portal, pero cantando, felices y contentas. Yo canto, la Cachorrina ríe y muerde su móvil de Minnie Mouse.
Conseguimos avanzar 50 metros en dirección al parque, el móvil de Minnie Mouse sale volando, recogemos el móvil y cambiamos de juguete, qué tal las llaves de colores. Dice que no con la cabeza y se pone tiesa modo "yo eso no lo toco ni con un palo", vaaale, llaves no, qué tal animal inquietante de colores, nones; vaaaaaaale, qué tal maraca-sonajero, sonríe (bien!). Se queda con el sonajero y avanzamos. Treinta metros más allá, sale volando el sonajero que cae en el único charco disponible (un charco, en una ciudad en la que no ha llovido en el último mes y medio). Genial, se acabó la maraca. Volvemos con la ronda de juguetes. y empezamos con el juego de coger y tirar, coger y tirar, mami recoge, Nerea tira de nuevo y así en un bucle infernal. De acuerdo. Me planto. No hay más juguetes. Mira qué bien, un guauguau. Da palmadas y grititos emocionada así que nos quedamos viendo al guauguau. El guauguau se va con sus necesidades a otra parte, así que nuevamente avanzamos -"Vamos de paseeeeo, Nere y mami van de paseeeeo"...-. Cuando estamos consiguiendo acercarnos al parque me parece que va extrañamente silenciosa... algo trama... Hemos perdido un zapato y ya se está quitando el otro. Damos la vuelta lo que me parecen 5 kilómetros cuesta arriba en busca del zapato perdido y... ¡lo encontramos! Qué bien, recogemos el zapato y me dispongo a ponérselo. Falta el calcetín, ¡dónde está el calcetín? La Cachorrina ríe y dice que no con la cabeza mientras da palmadas, encantada de la vida, oiga. De pronto veo el calcetín, se cayó en el paso de peatones y el semáforo acaba de ponerse en verde para los coches. Bueno, está en el medio del carril, con suerte no lo atrop... Ya está, primer coche por encima, segundo coche por encima, tercer coche por encima, cuarto coche, no le pasa por encima pero lo hace volar unos metros. Se cierra el semáforo. Bien, voy a por él. Mier...! Ahora se quedó en medio del cruce. Se abre el semáforo de la calle perpendicular y empiezan a pasar los coches: primer coche por encima del calcetín, segundo... y así sucesivamente. Se cierra el semáforo. Están los dos cerrados, no hay peligro. Activo el freno de la silla y me lanzo como una loca a por el calcetín mientras la Cachorrina me mira divertida chupándose el pie desnudo. Vuelvo con el calcetín blanco, que ahora es negro, y ha pasado de ser de la talla dela Cachorrina a ser de la talla del Cangués (de un 19 a un 43 tras un atropello múltiple).
Intentamos ponernos en marcha otra vez, pero ya hemos perdido más de una hora. Por el camino paramos con cada guauguau, porque sino se tira de la silla abajo; de paso me paran las señoras, una me habla de los pechos pequeños de su hija para dar leche y otra se me echa a llorar porque ella no puede ver a sus nietos. Media hora de consolación para la buena mujer. Entre tanto Nerea ha tirado el otro zapato sabe Dios dónde... Disculpe señora, pero tenemos que ir a buscar el zapato... Volvemos otros 3 kilómetros y medio, también lo encontramos. Pero la Cachorrina ya tiene hambre y se nos echa encima la hora de la merienda. No da tiempo a llegar al parque así que merendamos en un banco sentadas a unos pasos de casa. Media hora merendando porque se distrae hasta con las partículas de oxígeno del aire. Recogemos y nos ponemos en marcha de nuevo: "Vamos de paseeeeo, Nere y mami van de paseeeeo"... A ver si llegamos a los columpios por lo menos, que de la biblioteca y los escaparates ni hablamos... Avanzamos 200 metros, ya casi estamos... un momento ¿dónde está el osito-manta? La Cachorrina niega con la cabeza mientras a mí me dan ganas de hacerme la muerta en la puerta del parque... Nos asomamos a la vuelta de la esquina a ver si está el oso, si lo vemos bien, y si no, no volvemos. Uy sí, lo veo, me parece que está allí donde aquel árbol. Volvemos... Pero no, era una bolsa de plástico... Mier...! Ahora sí que lo veo, más allá, en el banco donde merendó la nena... Retrocedemos hasta allí. Lo recogemos y... ya es la hora de volver. Se nos ha pasado la tarde, hemos recorrido 7 kilómetros y prácticamente estamos en el punto de partida: ni columpios, ni escaparates, ni libros, ni barcos, ni brisa marina, ni ganas de vivir, ni ná de ná. Entramos al portal, la Cachorrina feliz, encantada al encontrar de nuevo el osito, y yo, cinco años más vieja y con varias decenas de canas más. Cantamos de nuevo: "Llegamos a casiiiiiina...". Y así echamos la tarde. Qué ruina más ruinosa.
¡Seguid tan guap@s! :)