sábado, 31 de diciembre de 2016

2016

31 de diciembre. Último día del año y una se da cuenta, así, repasando los últimos doce meses y como quien no quiere la cosa, de que ha tenido el poco tiempo y la desvergüenza de no dedicar unas líneas a lo más importante que me ha traido este 2016. Porque entre mala vida, agotamiento, calor sofocante, pieses como botijos, virus varios, festivales de guardería, horas de parque, contracciones infernales, horas intentando mantenerme despierta delante de los libros, victorias, derrotas, intentos frustrados de convertirme en funcionaria, viajes, alegrías, disgustos, mudanza, nuevos amigos, Frozen en bucle, carreras al cole, rabietas de órdago, hormonas en ebullición, Brexit, Trump, gobierna tú, que no, que gobiernes tú, la Bicicleta, Juegos Olímpicos,  Hacienda no somos todos y otras muchas cosas, el 14 de septiembre, casi un mes antes de lo previsto, la vida nos hizo el regalo más increible del mundo. 

El más bonito, el que mejor huele. 

La mayor ternura, el mejor abrazo, la risa más inocente y pura. 

Nos concedió el lujo de que Claudia llegara a completar nuestra pequeña gran familia.

Felicidad.

Amor sin límites.

Ganas de comérnosla a besos. De hacerla reir a cada instante.

Amor de hermana. Amor de padres. Infinito.

Si algún día mi pequeña Claudia llega a leer este desastre-blog de su madre, verá cuánto hemos esperado, querido y lidiado con la Cachorrina y el poco tiempo, poquísimo, que su madre tiene para dedicarle a ella unas palabras. Solo quiero que sepa mi minicachorrina, que todo el tiempo que no estoy dedicando a escribir, estoy dedicándolo a quererla mucho. 

Que no me caben en un blog todas las cosas buenas que nos ha traido y que nos hace sentir. 

Que no hay palabras que expresen lo dulce que es su mirada y lo maravillosas que son las sonrisas que regala tan generosamente.

Que la queremos, que se nos cae la baba. 

Que si no la tuviéramos, la pediríamos a los Reyes.

Que tenerla es, de lejos, la mejor decisión de mi vida.

Que gracias a ella, ya estamos todos.

El 2016 fue un año raro, difícil, pesado... pero qué queréis, siempre será el año mágico en el que Claudia atrapó mi dedo -y mi corazón- con sus manitas...

martes, 6 de septiembre de 2016

Oligoamnios: A vueltas con el líquido amniótico

Que les gusta a los ginecólogos y matronas del mundo darle emoción a nuestros embarazos, lo sabemos todas las que pasamos por la difícil tarea de cargar con barrigón con la ilusión y la esperanza de tener un parto sin complicaciones y un bebé sano allá por los 8 meses de gestación (reconozcámoslo, a todas nos sobra el último mes).

Si no te dicen que el bebé parece pequeño, resulta que le ven un bultito, o que parece que la cabeza no es muy grande, o que tiene una proteína descompensada, o que se niega a darse la vuelta... El caso es poder ponerse delante del ecógrafo, resoplar y poner morros y caras raras para que tú empieces a hiperventilar de mala manera y a morderte los labios hasta sangrar de la tensión hasta que se deciden a decirte, 10 minutos después del calvario -que parecen 3 horas y media-, que todo está bien.

El problema viene cuando después de los 10 minutos de caras raras mirando un ecógrafo que parece provenir de la antigua Unión Soviética, en el que por no ver, no ves ni bebé, ni bolsa, ni nada que se asemeje a vida humana por ninguna parte, lo que te dicen es que "no hay líquido amniótico". ¿¿¿Qué, cómo, no hay qué, cómo no va a haber, qué me estás contando, dónde sacaste la carrera, a quién robaste el ecógrafo y dónde está mi bebé??? Y a lo mejor si no lo tiene es porque no lo necesita, o le da miedo nadar, y tanta humedad no es buena para los huesos...

Pues resulta que la ginecóloga del Centro de salud, que me tiene manía porque cada vez que me ve me da un disgusto, así, por alegrarse la mañana, me confirma que tengo a la Cachorrina 2.0 en secano y que tengo Oligoamnios, que es la escasez o falta de líquido amniótico, que ellos miden por cuadrantes en el ecógrafo, midiendo los "pozos" de líquido que se encuentran y sumándolos, obteniendo así el ILA (índice de líquido amniótico), que debe ser superior a 5 cm para que el bebé no tenga problemas en su desarrollo o crecimiento. El caso es que a la gine, y su ecógrafo con la misma resolución de pantalla que el Telesketch, le salían sólo 2 cm de líquido en la bolsa que alberga a la Cachorrina 2.0, que parece ser que poco menos que era un escupitajo de la nena y ya, ahí no había más. 




Para dejarnos más tranquilos, eso sí, nos dijo que fuéramos a urgencias al hospital, no sin antes recomendarnos pasar por casa a por una maleta con  mis cosas porque me iban a  tener que ingresar en observación y que si no recuperaba líquido en un par de días, me tendrían que sacar a la Cachorrina 2.0. Qué paséis un buen día.

Y así muertos del susto nos fuimos a casa a por la maleta y a urgencias, viéndonos ya con Claudia sietemesina y teniendo que velarla día y noche al lado de la incubadora, y yo arrastrando los pies de Hobbit que me gasto últimamente y llorándole al Cangués que cómo va a tener líquido la nena, si lo tengo yo todo en los tobillos... 

El caso es que, para terminar de amenizarnos la mañana, en el Hospital nos recibieron dos niñas muy graciosas, con su acné prepúber y sus braquets, disfrazadas de médico, que nos dijeron al unísono desde detrás de una mesa que les quedaba grande: "somos las ginecólogas", así, para que nos lo creyéramos y creérselo ellas también -angelitos-. Que se ve que, como es agosto y no hay cole, y los padres no tenían con quién dejarlas, se las llevaron ese día al trabajo, más monas... ¡¿¿Alguien que haya acabado la carrera o la ESO por aquí, por favor??! Las pobres quisieron ponerse muy profesionales a comprobar el tema del líquido que nos había llevado hasta allí, pero sabían interpretar la maquinaria lo mismo que yo (se ve que todavía no habían aprobado Primero de Manejo de ecógrafo) y tuvieron que pedir ayuda, y entonces sí, nos mandaron a una ginecóloga con la carrera terminada que nada más ver el ecógrafo nos dijo que había líquido por todas partes (WTF!), 8 cm nada más y nada menos, y que la nena estaba más a remojo que Mireia Belmonte y que tenía de sobra para nadar y beber y orinar y volver a beber, y esas guarrerías que se supone que hacen nuestros nenes con el líquido ahí dentro. Y a todo esto, allí las niñas: ¿dónde está el líquido, dónde, dónde?, ¿es eso negro?, a ver que no veo, ¿nos lo enseñas, nos lo enseñas? Qué ricas.

Total, que después de pasar la mañana en el hospital, pudimos irnos a casa  más tranquilos pensando que todo estaba bien... aunque claro, como teníamos un empate técnico (una gine que veía un spa en mi vientre y otra que veía a la nena sin un chupito que echarse a la boca), decidimos pedir cita para un desempate en una consulta privada, en la que por el módico precio de un ojo de la cara (en efectivo, eso sí, no fuera a ser que constara en alguna parte el ingreso y tuvieran que declararalo), nos confirmaron que la niña nadaba en líquido amniótico que daba gusto. Y para confirmarlo le bastaba a la doctora con ponerme las manos sobre la barriga, porque nada más tocarla me dijo que por supuesto que había líquido, que me lo mostraría en el ecógrafo, pero que sólo con tocar ya se sabía... cosa que no hicieron ni la que me tiene manía, ni las "hola, somos gines de verdad de la buena" adolescentes, ni la que las supervisó. Vaya plan tenemos con los recortes en sanidad, oiga.

Y así, señoras y señores, es como le dimos emoción a la ecografía del tercer trimestre. Que nos gusta un simulacro...

jueves, 18 de agosto de 2016

El segundo embarazo

Una ruina total, eso es el segundo embarazo. Aún recuerdo (y tengo como cien posts que lo corroboran), la ilusión, las ganas, la inocencia, el relax, el tiempo y la vida contemplativa del barrigón de mi primer embarazo, cuando nos las prometíamos muy felices con la llegada de la Cachorrina; y me doy cuenta de que, salvo en la ilusión, -que nos hace mucha-, no tiene nada que ver este embarazo con el primero.

Que, a ver, no es que me pueda quejar de tener un embarazo malo, ni mucho menos, pero esta segunda vez básicamente te ves más gorda, más torpe y más agotada que con el primero, o al menos ese está siendo mi caso.

En primer lugar, el barrigón hace su aparición en todo su esplendor mucho antes, de hecho yo desde el principio me pensaba que estaba gestando a dos -o siete- cigotos a la vez porque el ritmo de expansión de mis no-abdominales no era normal (para mí, que para la matrona sí, que me tranquilizaba la buena mujer explicándome que con el segundo embarazo la musculatura abdominal ya estaba más distendida y el cuerpo sabe lo que tiene que hacer y se coloca antes).

En segundo lugar, y precisamente porque el barrigón crece antes, son más lo meses que te pasas arrastrando una gigantobarriga por el mundo, empeorando tu postura natural, tu dolor de espalda, tus ganas de ir al baño cada cuarto de hora, tus pantobillos, y como consecuencia de todo ello, tus ojeras.

El caso es que en este segundo embarazo, además, estoy teniendo muchísimas contracciones, a diario tengo varias y algunas fuertes que me dejan clavada en mitad de la calle con la barriga durísima y me obligan a ir caminando como un octogenario con andador. Muy lastimoso todo. De hecho me dio por leer en el blog cómo andaba a estas alturas del embarazo de la Cachorrina y resulta que me iba a nadar una hora y luego a caminar otras dos, y tan fresca, y ahora resulta que si cruzo una calle de cuatro carriles con mis nuevos andares, se me pone el semáforo en rojo antes de llegar al cuarto, me da una contracción y la Cachorrina 2.0 me asesta tres o cuatro golpes mortales para rematarme desde dentro, si no me han atropellado ya desde fuera. Qué ruina más ruinosa.

En tercer lugar, paso los días agotada (supongo que el caloret tiene algo que ver, no todo va a ser culpa del barrigón) y queriendo hacerme la muerta en el sofá sin lograrlo nunca, que la vida contemplativa no es posible con el segundo embarazo porque, como ya saben todas las madres del mundo, en tu vida ya no mandas tú, mandan tus retoños, y la Cachorrina no está por la labor de dejarme poner los pies en alto, pudiendo bailar por el salón, tirarnos al suelo a jugar con la plastilina, cantar delante del espejo como si fueramos Elsa y Ana en Frozen, meternos en la piscina hasta que salimos arrugadas y temblando (no de frío, que de eso en esta isla no gastamos, sino de puro agotamiento muscular), ir al parque a freirnos a 40 graditos de nada, jugar al pilla pilla y al escondite, y esas cosas que le dan emoción a la vida de la embarazada.

Con este panorama, también me veo permanentemente con la sensación de que la Cachorrina 2.0 va a salir antes de tiempo, así que me he puesto a preparar sus cosas con más antelación, ya en la semana 32, no vaya a ser que, con tanta contracción, tanto calor y tanto jaleo aquí fuera, decida que se une a la fiesta primero.

Pero como no todo va a ser quejarse (que mira que me gusta un lamento boliviano), debo decir que me encanta volver a preparar ropita diminuta, y carricoche, y cunita, y pensar que en unas semanas (o en cualquier momento) tendré otra personita chiquitina a la que achuchar, oler compulsivamente, contemplar como si fuera un milagro y de la que enamorarme irremediablemente en cuanto me la pongan en brazos por primera vez. 

Que sí, Claudia, que te esperamos y te queremos, que te debo muchos posts, que no quiero que cuando seas mayor me digas: "Mamá, muy guapo todo lo que escribiste... de Nerea", y que morimos de ganas por conocerte y comerte a besos.

lunes, 25 de julio de 2016

La Cachorrina cumple tres

Tres años desde aquel 25 de julio en el que nos cambiaste la vida de la forma más radical que podíamos imaginar: asomaste tu cabecita al mundo, nos miraste con esos ojazos gigantes que te gastas y de alguna manera supimos que ni nosotros ni nuestro mundo volvería a ser el mismo. 


En estos tres años nos has dado mala vida, sí, pero también el mayor cúmulo de sentimientos, sensaciones y ternura infinita que existe. Nos has enseñado a ser más pacientes, más humanos, más humildes (a base de zascas y de frustraciones, eso sí), a querer más allá de lo imaginable, a preocuparnos constantemente por algo más grande que nosotros (a mí concretamente me has convertido en una cagona, a la que le aterra pensar que puedas faltarnos o que podamos faltarte). 

En estos tres años te hemos visto crecer con orgullo, a apreciar cada logro, por tonto que fuera (como se puede aplaudir tanto, bailar y cantar por ver a alguien comerse unas fresas o pedir pis, es para hacérselo mirar), a descubrir el mundo de nuevo a través de tus ojos, donde todo es mucho más puro y bonito. 
Hemos aprendido lo que es el agotamiento y la paciencia más allá de lo que creíamos posible, y también que todo el cansancio del mundo se arregla con una sonrisa tuya o tus brazos chiquitinos dándonos un mimo.
Hemos descubierto que el tiempo pasa volando y que por mucho que nos esforcemos, no podemos retener tu crecimiento, ni siquiera en la memoria, que nos juega malas pasadas (no sabes la pena que me da a veces no recordar apenas como era tenerte en brazos cuando eras un bebé). Contigo todo es presente: un presente vivo, alegre, cambiante, que nos trastoca siempre los planes, que nos pone patas arriba las ideas y la casa.

Tres años en los que nos has hecho más responsables, porque sabemos que hay una personita que nos necesita las 24 horas del día, los 7 días de la semana y para la que somos el centro de su universo; y más prácticos, porque no hay tiempo ni energía para desperdiciar en cosas que antes nos parecían importantísimas, pero, ¿sabes qué?, que no lo son. 

En tres años nos hemos dado cuenta de que no hay nada mejor que asomarse a la vida jugando y que nada más importa si conseguimos que seas feliz cada día. Porque desde aquel 25 de julio de 2013, vivimos buscando escuchar tu risa a diario.

Tres años en los que nos hemos quejado, mucho, muchísimo, de no dormir, de estar agotados, de sentir que a veces podías con nosotros o nuestra paciencia; pero también tres años con la certeza absoluta de que eres lo más bonito que hemos hecho en la vida.

Y lo mejor, es que esto sólo acaba de empezar, y a ti te quedan muchas cosas por aprender, y muchas por enseñarnos.

Feliz cumpleaños, mi Cachorrina.


miércoles, 4 de mayo de 2016

El origen de la tristeza

En los últimos años, se habla mucho de la conciliación de la vida familiar y laboral, como si de un tiempo a esta parte fuera real que los padres y madres de este país pueden ser trabajadores productivos al 100%, que lo dan todo por su puesto de trabajo o negocio, sin que ello afecte a su vida familiar. 

Claro, eso es gracias a que tenemos bajas por maternidad y paternidad lo suficientemente extensas como para no privar de sus padres a los bebés en edades en las que no están preparados biológicamente para esa separación, ya que las madres tienen apoyo y ayuda en el ámito laboral para llevar con éxito una lactancia materna a demanda y que después de eso, mientras los hijos son pequeños, tenemos horarios flexibles que nos permiten pasar con ellos tiempo de calidad... un momento, espera, que me estoy liando con algún país del norte de Europa y esto es España: aquí la baja por maternidad es ridícula, la de paternidad, ni es baja ni es nada, el permiso por lactancia irrisorio, y las jornadas laborales, en su mayoría partidas, un despropósito que impide a muchos padres y madres ver a sus hijos despiertos apenas un rato.

Estaba pensando en ello porque me he dado cuenta de que la Cachorrina siempre, y cuando digo siempre, es siempre, relaciona la tristeza de cualquier ser, vivo o animado, ya sea un bebé, un gato, una hormiga, Mickey Mouse o Peppa Pig, con la ausencia de sus padres.

La situación sería esta: 

Niño, animal, dibujo animado llorando. La Cachorrina pone carina triste y dice :"llora porque quiere a su mamá y su papá", o la otra versión "llora porque quiere ir con su mami y con su papi". Yo le pregunto "y dónde están sus papás, tesoro", y ella me contesta con una vocecita que hablandaría el corazón de Kim Jong-un -que dejaría de ser dictador para dedicarse trabajar como voluntario en un banco de alimentos coreano y a cantar canciones pacifistas a niños enfermos-:  "Trabajando". Cómo se te queda el cuerpo. A mí se me parte el corazón de pensar que mi peque relaciona el sentimiento de tristeza con nuestra ausencia, lo que quiere decir que con dos años y nueve meses sigue sin estar preparada para comprender por qué en determinados momentos sus padres no pueden estar con ella. 

Ahora vas y le hablas de conciliación.

domingo, 1 de mayo de 2016

Para todas

Para las que esperan un positivo en el test con ilusión, y para las que se llevan un susto de muerte y después de un mes siguen en estado de shock.
Para las que se vienen arriba y le montan toda la habitación y el ajuar al bebé nada más salir de la primera ecografía, y para las que tienen miedo de hacerlo antes de verle la carita.
Para las que paren con dolor (mucho, mucho) y para las que tienen una cicatriz enorme en la barriga.
Para las que dan el pecho, y para las que preparan biberones como si no hubiera un mañana.
Para las que practican el colecho, y para las que se levantan las veces que haga falta partiéndose la espinilla contra los muebles para comprobar si respira en su cunita.
Para las que tienen bebés dormilones, y para las que hacen kilómetros de pasillo a las tantas de la madrugada.
Para las que les enseñan a comer con trozos, y para las que convierten la batidora en una prolongación de su ser.
Para las que les llevan de la manita en sus primeros pasos, y las que se tiran en la alfombra a jugar durante horas.
Para las que sobreviven a base de cafeína y cabezadas por las esquinas, y las que mueren de ganas de volver a ver a su bebé por la mañana.
Para las que la ducha se convierte en un lujo, y para las que no vuelven a ir al baño sin público.
Para las que tienen el trabajo más exigente del mundo, y para las que tienen la certeza de que aún así, es lo mejor que han hecho en la vida.
Para las que tienen el corazón roto de tener que separarse de su bebé para dejarlo en la guardería, y para las que pasan 24 horas lidiando con él.
Para las que leen todos los libros de crianza del mundo, y para las que lo hacen como buenamente pueden tirando de instinto.
Para las que buscan mil actividades originales que hacer con los peques en casa, y para las que se echan a la calle y pasan la vida en el parque corriendo detrás de ellos.
Para las que se enorgullecen de cada nueva habilidad de su retoño, y para las que sufren una angina de pecho cada vez que lo ven jugarse la vida en un murro del parque.
Para las que le enseñan que no se debe pegar a otros niños, y para las que mueren de rabia cuando alguno toca a su pequeño y por dentro sólo piensan: "ataca!". 
Para las que lloran en la función del cole, y para las que inmortalizan cada segundo de su vida con el móvil.
Para las que practican el difícil arte de la paciencia infinita, y para las que nos poseemos y juramos en arameo antiguo a la décima vez que repetimos lo mismo.
Para las que hacen cuadrantes con recompensas y caritas sonrientes, y para las que castigan en el rincón de pensar.
Para las que consiguen que su prole se coma el brócoli, y para las que se dan con un canto en los dientes si consiguen que abra la boca para un nugget de pollo sin escupírselo a la cara. 
Para las que van al pediatra todas las semanas, y para las que curan cualquier cosa con la barrita mágica de arnica o el Dalsy.
Para las que no tienen tiempo para ellas mismas, y para las que suspiran porque le quiten a los peques de encima para tener aunque sea un par de horas  de paz.
Para las que escuchan con atención cualquier cosa que su peque tenga que contarles, y para las que van perdiendo memoria proporcionalmente a la cantidad de tareas que tienen pendientes.
Para las que esperan con ilusión todo lo que le queda por aprender al cachorrín o cachorrina, y para las que tienen el corazón encogido por no poder evitar que también se encuentre con lo feo y malo que hay en el mundo.
Para las que ayudan con los deberes, y para las que van a la carrera entre competiciones deportivas y clases de piano.
Para las que dejan de comprarse las sandalias con las que dice la Vogue que lo petas este verano porque los retoños ya calzan un número mas, y para las que pasan la vida frotando manchas y remendando desastres.
Para las que llevan siempre lamparones en la blusa, y para las que se levantan una hora antes de tiempo para poder llevar el pelo domado y no como si se le hubiera pegado un chicle.
Para las que protegen a sus hijos ante cualquier posible caída o tropiezo en la vida, y para las que les dejan experimentar y aprender, y llevarse golpes, pero siempre mirando de reojo por si hay que intervenir.

Para todas las madres, porque todas lo hacen bien, porque los bebés vienen sin manual de instrucciones, porque todas les sacan adelante como buenamente pueden, porque ninguna es mejor que otra, porque todas quieren a sus hijos por encima de todas las cosas y no hay nada que no hagan por ellos, porque todas son perfectas y la mejor madre del mundo para sus peques.

¡FELIZ DÍA DE LA MADRE!



lunes, 18 de abril de 2016

Cachorrín 2.0

Pues sí, queridas y queridos lectores, definitivamente se nos agotaron las existencias de sentido común en este nuestro hogar, y el Cangués y yo hemos encargado un nuevo cachorrín, porque con la mala vida que llevamos con nuestra querida Cachorrina no nos parecía suficiente, y queremos más, así, como unos yonquis del malvivir paternofilial.

Pero una es mujer de palabra yde honor, como los Gipsy Kings, y siempre dije que si alguna vez tenía un hijo, me comprometía a darle hermanos que le acompañaran en sus aventuras y desventuras en el increible proceso de crecer, aprender y buscar diversión y risas en cada etapa de su vida... y aquí estamos: cumpliendo lo prometido, aunque se me caigan las lágrimas -y el pelo- de pensar en lo que se nos viene encima, solos en esta isla con dos fieras pardas. 

Y aquí el Cachorrín 2.0 trabajando a destajo para fabricarse unos órganos vitales.

Pero, lamentos bolivianos aparte, tengo que reconocer que estamos felices, que morimos de ganas por conocer al nuevo miembro de nuestra pequeña gran familia y verle jugar -y seguramente tirarse de los pelos- con su hermana mayor, por reirnos los cuatro, por volver a llenar la casa de olor a bebé y peleles pequeñitos, por ser uno más en nuestros "Corros de la patata" infinitos, por tener otras manitas regordetas que nos abracen y volver a vivir un montón de primeras veces maravillosas: primeras sonrisas, primeras miradas de reconocimiento, primeros pasitos en los que dejarnos el lumbago de nuevo... En fin, que aunque a una le guste quejarse de maternidad y de pérdida de neuronas y elasticidad y firmeza en la piel, nuestro Cachorrín 2.0 puede estar seguro de que vamos a quererle tanto como a su hermana (que es infinito) y de que vamos a intentar con todas nuestras fuerzas que tenga una vida feliz y llena de risas.

Estamos de 15 semanas, así que no sabemos todavía el sexo del Cachorrín 2.0, pero su hermana dice que es "una niña rosa y se va a poner vesidos de pinsesa", así que como sea varón, a ver quién le explica al maromo por qué le poníamos vestidos con lazos y flores en el pelo. Agárrate que vienen curvas!!


lunes, 11 de abril de 2016

Miedo en el cuerpo

Desde hace ya unos meses, la Cachorrina ha entrado en una etapa maravillosa de su vida: está más graciosa que nunca, juega con todo y con todos, no se calla un segundo, canta a todas horas, se ríe, reparte mimos y abrazos para hacer chantaje emocional y también porque te quiere... Lo que viene siendo que nos la comeríamos con patatas, o sin ellas, porque se nos cae la baba. 
Algo había oído acerca de los dos años y medio, como que a esa edad los bebés cambiaban y empezabas a ver la luz al final del túnel, y la verdad es que con la Cachorrina puedo decir que ha sido así... las rabietas son mucho menos habituales (de 5 ó 17 al día, hemos pasado a una a la semana), entiende perfectamente todo lo que le explicas (otra cosa es que decida obedecer o desafiarte, que una cosa es que las rabietas sean menos frecuentes y otra que renuncie a su edad del pavo prematura -que la tiene, vaya si la tiene-), te da los besos más tiernos del mundo, ríe a carcajadas si juegas con ella... Creo que hemos entrado en la etapa más bonita de su vida, y de nuesra experiencia como padres, y no me importaría que se quedara así unos cuantos añitos. 

Ahora bien, esta nueva madurez de la peque de la casa nos ha traido también nuevas e inquietantes situaciones; preguntas que hacen que se te ericen los pelos de la nuca, cuestiones que dan más miedo que ver el programa de Iker Jiménez sola en una casa vieja con suelos de madera que crujen y a la luz de las velas porque se ha ido la luz. Ahora mismo el top 3 del terror, los greatest hits de "muertamequedoenelsitio", sus preguntas favoritas para helarme la sangre en las venas son:

(Las preguntas hay que leerlas con una vocecilla dulce y chiquitina y acento medio asturiano medio mallorquín que es amor, directamente).
 
1.-  ¿Te ayudo?

Esta cuando más le gusta es cuando me ve con la fregona y el cubo lleno de agua y jabón. En cuanto la escucho me quedo quieta, paralizada en el sitio como una esfinge, esperando que si no me muevo no pueda verme, como el tiranosaurio rex, pero entonces es cuando viene hacia mí rauda y veloz, salvando todos los obstáculos en su camino y al grito de "yoyoyoyoyoyoyo!!!!", a lo que yo sólo soy capaz de imaginar un lago espumoso con olor a pino del bosque en mitad del salón, que tenéis que ver como, aprovechando mi estrategia de inmovilismo, me arrebata la fregona y va dejando un reguero de agua poor toda la casa hasta estamparla en la alfombra. 
En su favor tengo que decir que es muy de ofrecerse para la limpieza en general y que el polvo lo limpia divinamente. La tarea pendiente es la aspiradora, que la pobre se debe pensar que está viva y sale huyendo despavorida en cuanto la enchufo.

2.- ¿Te hago una trenza?

Escalofríos. No digo más. Viene hacia mí con el peine rosa de plástico con forma de corazón de peinar la cola al pony de Minnie Mouse y su mejor sonrisa de "te voy a dejar más guapa que a Elsa la de Frozen", que a una le nublan las neuronas el amor de madre y se deja arrancar mechones de pelo y rizar el rizo hasta hacerme rastas, y después dejo que me atuse el pelo y me lo azote como la melena de Carmina Ordoñez, que me arrea unas bofetadas de efusividad que me deja tibia. Pero luego me dice que estoy guapísima, como una princesa y que le cante "Let it go" y me da una abrazo que pienso que no puede quererse más. Y dejaría que me hiciera trenzas o encaje de bolillos con la melena.

3.- ¿Jugamos a ésto?

Dice con la caja de costura en la mano, o señalando el horno, o acercándose a coger los cuchillos del lavavajillas, o poniéndose de pie en el cabecero del sofa, que ella es muy de emociones fuertes. Sudores fríos y palpitaciones. Ahí lo dejo.

sábado, 19 de marzo de 2016

Confianza ciega

La Cachorrina, que le gusta jugarse el tipo más que a un funambulista, trepa al muro más alto del parque, camina por él, feliz y contenta, sintiéndose mayor, más alta -"gihante" que diría ella-, se acerca al borde y grita "Paaapiiiii!!!!", mientras yo marco el 112 en el móvil temiendo que la loca de ella salte al vacío, pero el Cangués ya ha corrido a la llamada de su princesa, y antes de que a él le dé tiempo a estirar los brazos, ella se lanza sin pensar mientras a mí me da una angina de pecho, y el Cangués, evitando mi muerte temprana y que la nena se estampe, la atrapa al vuelo sin despeinarse. Siempre. Y ella lo sabe. 

La Cachorrina sabe que su papi nunca le falla, que por lejos que esté y por complicada que pueda parecer la situación, siempre la coge al vuelo, y ríe con ella, y la mira queriéndola mucho y la abraza, y que ese abrazo es el refugio más seguro que existe. Confía ciegamente en él y sabe que si su padre está cerca, nada malo puede ocurrirle, porque el mundo es más divertido y da menos miedo si el Cangués está con ella. Y ella lo sabe. Y yo lo sé. 

Gracias por ser su superhéroe, ¡¡te queremos papi!!



martes, 1 de marzo de 2016

No se quedó

Hace ya unos meses que por estos lares no damos señales de vida, no porque hayamos estado infinitamente ocupados entre trabajo, estudio, casa y correr (mucho) detrás de la Cachorrina, que también, sino porque no había muchas ganas de sentarse delante del ordenador y empezar a darle a las teclas. Es así(n).

El caso es que allá por el mes de septiembre, en plena emoción postboda, se ve que ahogamos las pocas neuronas cuerdas que nos quedaban en sidra y gintonics y nos pareció una idea estupenda darle a la Cachorrina un hermanito. Por qué, con lo que os quejáis de mala vida, os estaréis preguntando -lo mismo que me pregunté yo cuando al mes siguiente el Predictor me enseñó las rayitas de color rosa: por qué-. Pues no sé por qué, pero pensamos que, como con la Cachorrina ya no teníamos vida propia, debíamos tener otro churumbel y así terminar con la poca salud que nos queda y convertir nuestro hogar en la Casa de los Líos 2.0. Y así fue como, a la primera de cambio, teníamos hermanit@ en camino.

Todo parecía ir estupendamente y yo, no sé cómo, tenía con 8 semanas la misma barriga que tenía con nerea de 4 meses, un despropósito de barrigón temprano que me tenía loca pensando que debía estar gestando, no un cachorrín o cachorrina, sino una camada entera. Pero a las 9 semanas tuvimos una primera ecografía (aquí te hacen una eco de regalo antes de las 12 semanas) y con toda la ilusión que nos fuimos para encontrarnos con que la doctora en cuestión nos dijera que el embrión era más pequeño de lo que debería y que no se veía latido cardiaco (ni el del bebé ni el mío, que se había parado también). Aún así, nos dijo que podía ser pronto y yo estar embarazada de menos tiempo de lo que pensábamos, así que repetiríamos la eco en dos semanas para ver si había evolucionado el embarazo o si, efectivamente, algo iba mal.

Por supuestísimo yo salí de allí diciendo que la tipa(rraca) era una petarda, que si no se dicen así las cosas, que si claro que era muy pequeño, no va a ser grande, que si todo estaba estupendamente, que si que sabrá ésta que se ve que aprobó raspado "Manejo del ecógrafo" de segundo, hombre ya... En fin, que en ningún momento quise creer que algo no fuera bien y lo que hice fue poner a caer de un burro a la pobre ginecóloga, que no sería muy maduro por mi parte, pero que me relajaba, mire usted.

La siguiente semana me la pasé hablando con el proyecto de cachorrín o cachorrina: de su padre, que es muy guapo y muy fuerte y le enseñaría a trepar por todas partes, de su hermana mayor, que está loca pero tiene buen fondo, de que en esta casa no somos perfectos pero nos damos muchos abrazos, nos reímos y jugamos al corro de la patata en bucle... Y le pedía muy bajito que se quedara conmigo... Quédate conmigo, Quédate conmigo -así, momento Pastora Soler-. Pero... no se quedó. En la siguiente eco nos confirmaron que el embarazo se había parado.

Y ahora diréis, anda que vaya post guapo te está quedando hoy, menudo temita... Pues sí, por eso lo os lo cuento, porque no es un tema fácil y porque si algo descubrí después de sufrir un aborto espontáneo es que es lo más común del mundo, que los médicos me aseguraron que todas las mujeres sufren abortos espontáneos alguna vez en la vida, pero muchas no llegan ni a enterarse, que en los hospitales se atiende casi un aborto por cada 2 embarazos, que todas las que estábamos en la sala de espera de urgencias esa noche estábamos por lo mismo, que hay muchos casos de abortos espontáneos entre el primer y segundo hijo y que eso no quiere decir para nada que haya ningún problema reproductivo, al contrario, es positivo que el cuerpo pare una gestación de un embrión que no es viable.

Cuando te dan la noticia te quedas muerto en el sitio, porque la gente no suele contar sus abortos y piensas que es algo poco habitual y muy mala señal que te haya ocurrido a ti, pero no es así. Una vez que lo cuentas salen casos a tu alrededor por todas partes, y es que los abortos espontáneos son muchísimo más habituales de lo que nos pensamos. Tenemos que darnos cuenta que quedarse embarazada no supone per se que vas a tener un bebé, supone que, si todo va bien, en 9 meses tendrás un bebé.

Normalmente la gente no cuenta sus abortos porque ocurren antes de que hayan llegado siquiera a contar el embarazo y decir: "oye, que estuve embarazada, pero ya no" pues no es agradable. Pero yo quiero contaros mi caso, igual que cuento mil chorradas otras veces, porque creo importante compartir la experiencia para que otras mujeres o parejas que pasan por lo mismo y se  piensan que es un tema tabú, o que han tenido la mala suerte de unas pocas o que tienen problemas para tener hijos, sepan que no es así, que es muy común, que te puede ocurrir tanto si tienes hijos, como si no, y que no quiere decir nada, que te podrás volver a quedar embarazada y para que médicamente se empiece a sospechar que hay problemas deberías encontrarte con 4 abortos consecutivos.

No sé si con este post puedo ayudar a alguien que esté, haya estado o vaya a estar en la misma situación, sólo quiero desmitificar un poco y hablar de un tema que pocas veces se trata, y que si las mujeres compartiéramos más, todas podríamos comprender que es algo normal y que, es un palo, sí, y duele, también, pero que se pasa y que la inmensa mayoría de mujeres que pasan por un aborto, no tienen ningún problema para tener hijos después.

Y así, es como dejé de escribir, porque no quería quejarme de la mala vida, ni contaros mil historias como si aquí no hubiera pasado nada, sin haberos contado primero esto, y hasta hoy no me atreví a escribirlo, la verdad. 

Ahora sí que sí... ya podemos retomar las historias de la Cachorrina ;)