1. Tengo los rizos de mi abuela Pilar: son caracoles muy pequeños que se rizan y se rizan y casi parece que no me crece el pelo aunque si lo estiras me llegue a la rodilla. Y de tanto rizarse se enreda y se me forman nudos marineros y rastas que ríete tú de Melendi cuando era rumbero. En la guarde me repeinan como una niña de bien que da gusto verme, pero mamá se vuelve loca para desenredarme el pelo y yo me pongo como poseída porque no me gustan los tirones y termino saliendo de casa como la loca de los pelos. Y así todos los días.
2.- Ya sé dar besos de los que suenan, y cuando se los doy a mamá le da la risa y y grita "ay qué besín!!!!" y me achucha, aunque haya estado pataleando durante dos horas. He descubierto que si doy besos de esos a mis papis se les olvidan todas las trastadas, así que estoy aprendiendo a utilizar este nuevo arma a mi favor (chantajista de manual).
3.- Tras muchos meses de relación cordial, he decidido que ya no quiero volver a ver un puré o papilla delante. Que no, que paso, que te los comas tú, que pimpampumbocadillodeatún, que si tengo dientes será por algo. Donde estén los alimentos enteros, como los comen mamá y papá, no hay comida triturada que valga.
4.- Me sé de memoria y enteritas 3 canciones: "El corro de la patata", "Los pollitos" y "Un barquito chiquitito", y las puedo cantar solas o combinadas y en bucle durante horas. Según mamá no es que vocalice todavía para tirar cohetes, pero el tono y la melodía los tengo grabados a fuego.
5.- Me gustan los aviones, pero me asustan los helicópteros. Es así (n). Lo reconozco: soy muy mía para las aeronaves. Localizo un avión en el cielo en medio segundo, por pequeño que sea, y le digo hola, y adiós, y grito y le tiro besos si es necesario; pero como sienta el zumbido inconfundible de que me sobrevuela un helicóptero, corro a esconderme entre las piernas de papá como si fueran a lanzarme misiles tomahawk o, peor, a mamá, peine y colonia en mano, dispuesta a desenredarme los rizos.